Trinidad estaba poblada por caribes y Tobago por kalugos, cuando llegaron los colonos españoles en el siglo XV. Históricamente ha sido un territorio disputado por españoles, franceses, holandeses, británicos y ¡hasta letones! Finalmente Trinidad y Tobago fue colonia británica hasta su independencia de Londres en 1962.
Nació como una monarquía en la que la reina de Inglaterra lo era también de allí. Esto duró hasta 1976, fecha en la que se convirtió en una república. Dentro de este estado soberano, la isla tropical de Trinidad supone más del 90% del territorio y de la población mientras que a la de Tobago le toca hacer el papel de hermana pequeña.
La economía nacional ha pasado de las plantaciones de caña de azúcar y tabaco en las que trabajaban antiguamente los esclavos a una actividad industrial que exporta petróleo, gas natural y asfalto entre otras materias primas. El turismo y la ingeniería fiscal -tan típicas del Caribe- no están tan desarrolladas como en otros estados.
Desde el punto de vista religioso, el país es una auténtica coctelera de creencias, con católicos e hindúes a la cabeza, pero también con importantes minorías de anglicanos, protestantes, adventistas, musulmanes, orishas y santeros. El pueblo se divide entre descendientes de India y África, mal avenidos entre sí, así como mestizos.
Desde el punto de vista cultural, el país es un hervidero de fiestas, tradiciones y costumbres de mil sitios. Su Carnaval es famoso. Esta patria es la cuna del steelpan (tambores metálicos) y del calipso (un género musical). Hay muchos estilos musicales allí: soca, parang, chutney y pichakaree, así como el juego del limbo.
El inglés es el idioma oficial, aunque la gente habla en criollo. El español ha crecido tanto que se prevé sea oficial en 2020. El escritor británico V. S. Naipaul, nacido en Trinidad y Tobago, ganó el Nobel de Literatura. El diseñador Peter Minshall y los atletas Hasely Crawford y Ato Boldon son también hijos ilustres.